🔺Pintura de San Hipólito Conciliador
🔺 Una gran pintura el Gran Moctezuma.
El gran tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin encabezó la última época del esplendor del imperio mexica. Un imperio en constante expansión militar con muchas poblaciones sometidas que le pagaban altos tributos. El ejército y la religión eran los grandes rectores de la vida en común. Toda su historia (y su promisorio futuro), serían cortados de tajo por la irrupción bélica venida de España. Nunca se imaginaron la invasión de un ejército de un continente tan lejano y desconocido, que los sometería a una monarquía destruyendo todo su tejido social, político, económico, religioso y cultural; claro, en la tónica insensata del genocidio.
🔺 Una gran pintura el Gran Moctezuma.
El gran tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin encabezó la última época del esplendor del imperio mexica. Un imperio en constante expansión militar con muchas poblaciones sometidas que le pagaban altos tributos. El ejército y la religión eran los grandes rectores de la vida en común. Toda su historia (y su promisorio futuro), serían cortados de tajo por la irrupción bélica venida de España. Nunca se imaginaron la invasión de un ejército de un continente tan lejano y desconocido, que los sometería a una monarquía destruyendo todo su tejido social, político, económico, religioso y cultural; claro, en la tónica insensata del genocidio.
Su escabrosa muerte
causó un peso histórico qué trató de sobrellevarse durante los 300 años del
virreinato. La naturaleza misma de la conquista no validó su asesinato pues la
grandeza del imperio mexica descansaba en la figura y presencia de Moctezuma.
Habría que recurrir a magnificarlo por medio de la pintura, aunque se cayera en
el romanticismo, para tender un puente de continuidad que conciliara y
justificara el acto de la ocupación militar como un acto benigno. Se debía evidenciar (para el actuar español), que todo
obedecía al derecho natural de la conquista por el imperio español tutelado por y hacia la salvación divina de los indios,
cristianizándolos por medio de las armas. El saqueo, la explotación de recursos
y la esclavitud fueron consecuencias inevitables y paralelas por el servicio principal hacia dios; así lo argumentaron siempre los
protagonistas de la conquista y los frailes. De esa forma la invasión se percibe como un acto de
civilización y no de barbarie. Hoy, la ocupación y depredación de otro país se justifica en nombre de la libertad y la
democracia.
Aunque el reconocimiento de la grandeza de
Moctezuma como tal se vio reducida por su
tibia actuación y reacción ante los conquistadores, su misma muerte creó una
serie de reflejos que, a la sombra de su memoria, posteriormente se reconoció su investidura recreándola
en pinturas e historias. Esta actitud se vio reflejada a través de esos años. El
mismo Hernán Cortés describe con mesura
la personalidad de Moctezuma Xocoyotzin, pues convivieron seis meses antes de
su trágico y lógico fin.
Recordemos que el mes
de noviembre de 1519 Hernán Cortés había entrado a la ciudad de Tenochtitlán
con su ejército y miles de indígenas que se sumaron a la conquista de
Tenochtitlán. Para mayo de 1520, Cortés había salido hacia Veracruz para enfrentar a Pánfilo de Narváez que
buscaba deponerlo del mando. Los venció y a muchos los convenció para apoyarlo
en sus planes. Pedro de Alvarado se quedó a cargo de Tenochtitlán. En junio
perpetró una matanza de indígenas en lo alto del Templo Mayor que realizaban un
ceremonial común; habían pedido permiso para ello y los españoles armados lo
presenciaban. Alvarado, paranoico, por miedo o precaución ordenó atacarlos y lo
hicieron con una gran saña. El regreso de Hernán Cortés fue inmediato, pues los
mexicas se enardecieron y se levantaron de inmediato en armas al mando de
Cuitláhuac sitiando a los españoles.
Cortés, hábilmente, trató de apaciguar a la población usando la
autoridad y presencia de Moctezuma, pero
éste ya se encontraba en calidad de preso y su pueblo ya no confiaba en él. Cuentan
que recibió una pedrada en la cabeza al estar hablando ante su gente en lo alto de uno de los templos.
Tan fuerte sería el golpe, que le causó la muerte. Fray Bernardino de Sahagún
recibió información por parte de los mexicas que su deceso se debió a las
heridas de una espada, marcas que mostraban claramente en su cuerpo que fue
arrojado a la calle. Además, también fue ejecutado el indígena principal de Tlatelolco,
Iztacuauhtzin. Nos dice que el cadáver de Moctezuma fue rescatado y entregado a
Apanécatl, que lo llevó a tres lugares
donde fue rechazado (Huitzillan, Necatilán y Tecpanzinco). Posteriormente lo
recibieron en Acatliyacápan donde fue
incinerado. El de Itzcuauhtli se llevó a Tlatelolco. Era necesario encubrir su
artero asesinato con una pedrada propinada por los de su propia raza. Varios
miembros de la familia de Moctezuma fueron llevados a España gozando (hasta la
época actual), del rango de descendientes de aquel monarca con nuevos títulos
nobiliarios y el que quedara vivo el antecedente del asesinato de su predecesor
era poco conveniente.
En ese junio de 1520,
los españoles sitiados trataron de huir a la sombra de la noche. Al ser
descubiertos inició una brava
persecución por los mexicas; a los españoles se les dificultaba la fuga
por el sobrepeso de los productos del saqueo que llevaban. Fue por la antigua
calzada de Tlacopan que unía Tenochtitlán con tierra firme hacia el
occidente con ese barrio por donde los
españoles escapaban. Precisamente en esa parte de la calzada donde hoy está la
iglesia de san Hipólito fue donde más españoles perdieron la vida con su botín
de oro y plata. Después de consumada la conquista se les recordaría como
“mártires” y a ellos se dedicó esa ermita. Sensibleramente se le recuerda como “La
Noche Triste”. Se inventó el cuento que Hernán Cortés lloró amargamente esa
derrota baja un árbol que aún se encuentra más delante de lo que ahora es la
calzada de Tacuba. Los mitos nacen cuando se carece de hechos fehacientes para
sostener una creencia que justifique o demuestre lo injustificable o
improbable.
Siempre es necesario
entrar en detalles para hilar la historia que se ve acometida con tantos
hechos, que como los mismos hechos, sufren cambios inesperados y fuera de lo
que inicialmente se tiene planeado. Reflexionarlo y comentarlo nos lleva a un
mejor entendimiento o comprensión, aunque se haga un poco de redundancia. La importancia
de la figura de Moctezuma, bajo esas circunstancias, preocupó a la
autoridad colonial para validar la unión de un nuevo gobierno que se
apoyó en los elementos de la misma estructura indígena para ejercer una
administración sin mayores conflictos. Recordemos que después de la consumación
de la conquista, Cuauhtémoc fungió, al igual que muchos indígenas principales, como cacique
de Tlatelolco durante dos años pero ya bajo la sujeción monárquica de
España.
Al estigma vivo que
emana de la mansedumbre de Moctezuma sigue tan
enraizado que nunca ha merecido
algún monumento o escultura como el que tienen Cuauhtémoc o Cuitláhuac. No así
en la época colonial , en la que casi siempre se le evocó por su benignidad y se le
representa de manera romántica con expresiones en éxtasis de dulce sumisión y piadosa beatitud.
Este es el motivo del comentario que aquí se desarrolla, pero ya como los
reflejos de una sombra.
El atrio de la Iglesia de San Hipólito
Los antecedentes que aún existen sobre este tema son varios. Uno de ellos está en el atrio de la iglesia de san Hipólito donde se aprecia un mural en bajorrelieve realizado en piedra; bastante maltratado y diluido entre tanto comercio informal, casi pasa inadvertido. Esta iglesia es de las más antiguas de la ciudad de México y es una de las más visitadas durante todo el año, aunque los fieles acuden por la gran devoción a san Judas Tadeo. Fue en el siglo XVIII debido a la reconstrucción de esa iglesia cuando el arquitecto mexicano José Damián Ortiz de Castro le añadió esa obra al atrio. El tema es claro y obvio: representa y recuerda el triunfo de los conquistadores del 13 de agosto de 152. Aunque el lugar donde los españoles derrotaron definitivamente a los mexicas fue en Tlatelolco, la construcción de la ermita se construyó porque ahí los españoles sufrieron la corretiza que se comentó. Entonces y así, el que se escogiera ese lugar para recordar su triunfo final obedeció más que nada a u n acto por la recuperación de su prestigio por no decir de venganza.
El lenguaje visual
del bajorrelieve, contiene además un mensaje textual claro y directo tanto para
un pueblo vencido, tanto como la justificación del vencedor.
El lugar y la
construcción de la Ermita de los Mártires fue a iniciativa de Juan Tirado en
marzo de 1524, uno de los soldados de ese ejército. Los llamados “mártires”
fueron los soldados que murieron esa noche. En su recuerdo se depositaron ahí los
restos mortuorios de algunos de ellos. Bernal Díaz del Castillo, también
soldado de Hernán Cortés y después un lúcido cronista, en su obra “Verdadera
Historia de la Conquista de la Nueva España”, apunta sobre ese lugar:
“Una iglesia que
nosotros hicimos luego de la destrucción de Tenochtitlan haciendo la donación
en propiedad del solar que ocupara el cabildo, el 11 de agosto de 1524,
debiendo advertir que en la primera acta del libro de cabildos con fecha 8 de
marzo del mismo año, aparece citada la propiedad de Garrido, que poco después
fue la ermita dedicada a San Hipólito, ya que la consumación de la conquista
ocurrió el 13 de agosto”.
Existe una confusión
histórica, por falta de datos, si fue Juan Tirado o Garrido (también con el
nombre de Juan), quien propuso la construcción de esa memoriosa ermita.
Quedaría como respuesta que Tirado tuvo
la idea original y se construyó en un solar que pertenecía a Garrido.
Se sale un poco de la
lógica que los soldados españoles derrotados en “la noche triste” hayan tenido
tiempo de recoger a sus muertos para depositar después sus restos mortuorios en
esa ermita. En el mismo Bernal Díaz del Castillo encontramos la respuesta, pues
relata que en el ataque final a la Gran Tenochtitlán contra los tlatelolcas,
donde tenían “otros adoratorios y una torrecillas”, encontraron colgadas en lo
alto de unas vigas muchas cabezas de españoles muertos en otras batallas, que
después “enterramos en una iglesia que hicimos que se dice ahora de los
mártires, cerca del puente que dicen el salto de Alvarado”. Añade que las
cabezas “tenían los cabellos y las barbas muy crecidos, mucho mayor que cuando eran
vivos, y no lo había yo creído, si no lo viera…” Este dato sorprende; primero
porque él reconoce en esos restos a algunos de sus compañeros de armas (pues conservan
la piel facial). Segundo, porque las cabezas de alguna manera se sometieron a
un proceso de conservación para no pudrirse. Y tercero, que impresiona más, que
la cabellera, barba y bigote, estuviesen más crecidos. Al margen de este
comentario, lo más probable es que esas
cabezas fuesen de los muertos en el enfrentamiento de la “noche triste”, pues antes no hubo otro encuentro entre mexicas
y españoles. (Cabe mencionar que por la
construcción de la Línea 2 del Metro, en 1974, se hicieron trabajos de
nivelación en esa iglesia y se encontraron los restos de estos españoles en la
capilla del Sagrado Corazón de Jesús).
El efecto de la
importancia de la ermita causó, por esas circunstancias, que cada 13 de agosto se
celebrara una fiesta cívica obligatoria por mandato oficial en 1529 a la que se
añadía el Paseo del Pendón.]Para 1559 se inició la construcción del templo,
pues la ermita era de adobe. Más adelante, en 1585, se reconfirmó esa
conmemoración como día de guarda
obligatoria por el Tercer Concilio Mexicano. Con diversas modificaciones
se reconstruyó formalmente hasta 1740, con un solo campanario, obra que
concluyó en 1777. En1822, por efecto de la Independencia de
México, bajo el imperio de Iturbide que se suprimió la festividad del
Paseo del Pendón porque resultaba
ofensiva y ya inoperante, pero la misa que se le dedicaba a San Hipólito ese
día se siguió celebrando porque ese santo estaba declarado como patrono de la
ciudad.
La legitimidad del
proceder y pensamiento español respecto a esa obra tiene su razón de ser en el tiempo en que el actual México era una
colonia. No es una pretensión que todos esos monumentos y manifestaciones
coloniales desaparezcan, pero sí el saber verlos y entenderlos en su contexto
original.
Si bien la intención
del arquitecto que construyó el atrio de esa iglesia fue clara y obedecía a una
ideología con un mensaje directo de dominio y sometimiento, con el tiempo
surgió una leyenda que le dio una “lectura” diferente a la obra de esa esquina.
El acomodar ideas y discursos (en este
caso por medio de cuentos o leyendas) para justificar actos que tienen otro
sentido, son la salvedad de que la retórica puede permear y ocultar el sentido
original de una acción.
Así fue cómo surgió una leyenda respecto a lo que el
común de la gente veía o “traducía” de los elementos que componen el
esculto-mural del atrio que mencionamos y que se conoció como “La Leyenda del
Labrador:
“Cuenta la leyenda
que mientras un pobre labrador trabajaba en su milpa de Coatepec descendió
sobre él un águila para llevárselo hasta la entrada de una cueva donde una voz
le convidó a pasar; ya en el interior se percató que su gran emperador
Moctezuma dormía sobre un blando lecho de pieles y mantas. De nuevo oyó la voz
que le decía: "…mira a ese miserable de Moctezuma cual está sin sentido,
embriagado con su soberbia e hinchazón que a todo el mundo no tiene en nada; y
si quieres ver cuán fuera de sí le tiene esa soberbia, dale con ese humazo
ardiendo en el muslo y verás cómo no siente".
“Temeroso, el
aborigen se resistía a ejecutar tal afrenta, más la voz insistió y de pronto se
vio arrimándole el fuego al emperador hasta que la carne chirrió y humeó sin
que el gran tlatoani se moviera siquiera. Por tercera ocasión la voz le
instruyó a que regresara al sitio de donde había sido traído y se presentara
ante Moctezuma para que le contara lo que había presenciado y como prueba de
tal visión le dijera que le mostrara el muslo y le señalara donde él le había
herido. En el acto el emperador mandó a prisión al desgraciado mensajero y
pasado un tiempo su cadáver fue echado a las bestias del campo para que lo
devoraran”.
En otras versiones se
hace énfasis al labrador en que se le dice
“… vuelve al lugar del que fuiste traído y dile a Moctezuma lo que has
visto y lo que te mandé hacer; (…) dile que tiene enojado al Dios de lo creado
y que él mismo se ha buscado el mal que sobre él ha de venir (la Conquista) y
que ya se le acaba su mando y su soberbia…”
En estos últimos tres
renglones se argumentó, por sugestión del catolicismo, que el castigo de
Moctezuma (y para todos sus súbditos), se debía a la negación del emperador
mexica al no reconocer al verdadero dios
y los males que sobrevendrían por su actitud. Es un relato que justificó la
razón de la conquista por voluntad divina.
El cronista Artemio
del Valle-Arizpe describe así el
esculto-mural labrado del templo de San Hipólito: “Está en relieve una gran
águila que levanta cogido entre sus garras a un indio con su cenal de plumas y
airosa garzota, y debajo un trofeo formado por arcos, flechas, hondas, macanas,
carcaxes, mazas tamboriles, teponaxtles, flámulas (banderines) mexicanas, y
otras armas de los antiguos aborígenes, y en la parte superior se ve un leño
encendido”. Pasa por alto que el indio lleva una corona y que por ello no es
una persona común.
Debemos notar que en
la esquina del atrio, en la parte superior, están los restos de lo que fue una
pequeña escultura, seguramente de San José cargando al niño Jesús. Está totalmente desmoronada por la polución
ambiental. Descansa sobre un gran óvalo
que contiene un texto que aún puede
leerse:
“FUE TANTA LA
MORTANDAD QUE EN ESTE LUGAR HICIERON LOS AZTECAS A LOS ESPAÑOLES LA NOCHE DEL
DIA 1° DE JULIO DE 1520 LLAMADA POR ESTO
“LA NOCHE TRISTE” QUE DESPUES DE HABER
ENTRADO TRIUNFANTES A ESTA CIUDAD LOS CONQUISTADORES AL AÑO SIGUIENTE
RESOLVIERON EDIFICAR AQUÍ UNA ERMITA QUE LLAMARON DE LOS MARTIRES Y LA
DEDICARON A S. HIPÓLITO POR HABER OCURIRIDO LA TOMA DE LA CIUDAD EL DIA 13 DE AGOSTO EN QUE SE CELEBRA ESTE
SANTO.
AQUELLA CAPILLA QUEDÓ
A CARGO DEL AYUNTAMIENTO DE MÉXICO QUIEN ACORDÓ HACER EN LUGAR DE ELLA UNA
IGLESIA MEJOR QUE ES LA QUE HOY EXISTE Y FUÉ COMENZADA EN 1599”.
Sin especulaciones y
objetivamente en el esculto-mural se ve a un indígena con una corona (un copilli mexica);
lo viste un pectoral de algodón, un faldellín de plumas y sus pies carecen de
sandalias. La corona indica, sin lugar a dudas, que es el monarca mexica
Moctezuma. Una gran águila lo levanta por los aires sosteniéndolo con su
enormes uñas clavadas en el tórax. La tensión muscular causada por ese
sufrimiento se nota en sus extremidades que se contraen; expresa una gran mueca
de dolor en sus facciones. Entonces, no es un indígena labrador que levantó el
águila para ser llevado a la cueva donde supuestamente estaba dormido el monarca, pues el indígena común jamás portaba
una corona ni ese tipo de vestimenta. A los lados y abajo del águila y el
personaje, se ven las armas y los elementos que nos describe Artemio del Valle-Arizpe. El águila, puede
sostenerse como criterio, es la de san Juan a que era adepta la cristianísima
reina Isabel la Católica y que se usó después y por varios siglos en el escudo
imperial, incluso hasta la época de Francisco Franco precisamente por la
característica del acendrado devocionismo ibérico. Las armas que están a los
lados del motivo principal se ve que cuelgan de una argolla, lo que puede
denotar el término de la guerra o las armas en reposo. Se menciona un leño
encendido bajo los pies del monarca, también indicativo del triunfo bélico de
la antigua ciudad en cenizas y no para quemarle un muslo al indolente
Moctezuma. El óvalo superior que contiene el texto está rodeado por diez pencas
de nopal; al igual que el escudo de la Nueva España otorgado por Carlos V,
significan también a Tenochtitlán hecho pedazos, destruido. El óvalo descansa
sobre un conjunto de banderines con bastones de mando, pero también y en todo
el conjunto están otras coronas mexicas. Sin duda, aluden a los últimos tres
monarcas mexicas: Moctezuma, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, tal y como están en uno
de los cuarteles del escudo de armas de Hernán Cortés. Es el mensaje claro a
que alude la composición de los elementos del conjunto. Al verlo el español,
seguro sentía orgullo; el indígena, humillación.
Queda a juicio del
lector la observación y conclusiones propias. Lo que aquí se expone tiene
sustento en una reflexión objetiva. El “cartucho ideológico”, como alguien
mencionó sobre el tema que se desarrolló en el atrio de esta iglesia, tuvo
validez en la época de su creación. No es una exageración expresar que sea un
símbolo de poder en la ciudad de México, de un poder que ya no es.
Iglesia de San Hipólito y Atrio dañado y copado.
Foto a Iglesia y Atrio de San Hipólito siglo XIX.
Tríptico Atrio 1.
Tríptico Atrio 2.
Tríptico Atrio 3.
Año 2003 escultura superior más conservada.
Restos de la escultura superior del atrio.
Texto en el óvalo.
Corona 1.
Corona 3 y armas colgadas de una argolla.
El Monarca
El Monarca atormentado
El rostro de dolor
Armas colgadas de argolla y un posible caduceo
El biombo de la conquista de México, detalles.
La referencia
del título de lo que aquí se relata, el
alarde de la conquista y sobre la figura de Moctezuma Xocoyotzin, la
encontramos en otras tres narraciones visuales. Se pueden observar en algunos
detalles de un biombo de estrado con diez hojas que se encuentra en el Museo
Franz Mayer. Titulado La muy Noble y
Leal Ciudad de México - Conquista de México y Vista de la Ciudad de México, data
de finales del siglo XVII. En uno de los
lados se ve todo el proceso de la conquista y los personajes principales: la
entrada del ejército español, el encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés, el
enfrentamiento de Moctezuma con los mexicas descontentos y las batallas que
tuvieron. Se nota el poderío de las armas del ejército español (caballos, el armamento de pólvora, espadas y lanzas
metálicas, y las armaduras).
Ahí destacan dos detalles: Moctezuma en un balcón, enfrenta a su pueblo indignado.
Vestido con toda la dignidad de monarca lleva una corona de oro pero con el
águila bicéfala española. Quizá por la conveniencia que exculpa, como se
mencionó antes, aparece Cuauhtémoc con una onda a punto de romperle la cabeza
al monarca. Se le identifica literalmente en la pintura.
En otra pequeña
parte, para ilustrar la conclusión de la conquista se ve a Pedro de Alvarado triunfante sobre el
Templo Mayor. Enarbola la bandera del imperio español, varios soldados siguen atacando
y se ven los cadáveres de algunos indígenas. Bajo los pies de Alvarado está el águila
mexica muerta, pero a la vez total y oprobiosamente desplumada; su cabeza
aparece con rasgos deformados que la hacen parecer entre perro y demonio.
Visualmente, como punto fuerte de la composición pictórica, se muestra el
triunfo rotundo con una intención de mofa, pintando el abatimiento y muerte del imperio
mexica por un águila totalmente denigrada. Está documentado que el biombo
perteneció a los descendientes de Moctezuma que radicaban en España y que llegó
a nuestro país por la vía de compra. Quizá por amor propio, o la pena, se
vieron obligados a venderlo. Existen por
lo menos tres biombos más con el mismo tema: en el Museo del Castillo de
Chapultepec, en la Colección de Banamex y en el Museo del Virreinato.
Moctezuma en el biombo del Mayer.
Cuauhtémoc lanzarocas.
Alvarado con la bandera imperial en el Templo Mayor Mexica.
Detalle águila desplumada.
Pintura de San Hipólito Conciliador
En una pintura anónima,
también del siglo XVII del mismo museo, está san Hipólito montado sobre una gran águila sobre el nopal (Tenochtitlán),
aunque el águila más bien parece una gallina gorda; no se pintó a la serpiente. Aquí el águila sobre el
nopal hace una clara referencia al
imperio mexica. El santo lleva en la
mano derecha una bandera imperial y en la otra una fina espada. A los lados
están el emperador Moctezuma y Pedro de
Alvarado. La actitud de ambos, por la expresión de sus rostros, es de bondad, absoluta
paz y éxtasis beatífico. Se identifican plenamente por una inscripción literal.
Cada uno está acompañado de su gente. A
Moctezuma lo distingue sus prendas y corona adornadas de plumas, igual que como
lo vemos en la escultura del atrio de la iglesia que comentamos. Un cacique
indígena mandó a que se pintara esa obra para mostrar su fidelidad al reino
español, como lo expresa la cartela en la parte inferior. Cuatro ángeles, uno
en cada esquina, portan de manera
ilustrada pasajes de la vida de san Hipólito. En esta pintura existe más una
idea de conciliación que de enfrentamiento o alarde de la conquista, con la
intención sutil al estar el santo montado sobre el ícono mexica, aunque es
extraño que aparezca Pedro de Alvarado y no Hernán Cortés. ¿Qué sentido tuvo
mostrar a Moctezuma y a Alvarado en una actitud armoniosa, casi tomados de la mano amorosamente? ¿Y a san Hipólito
montado sobre el águila mexica? Ninguno. El cacique que la mandó pintar sólo
muestra una redención cortesana y de sometimiento supino hacia un monarca al
que le ofrece obediencia para la conservación de sus prebendas.
San Hipólito año 1764 Museo Franz Mayer.
Moctezuma en la pintura de San Hipólito
Pedro de Alvarado en la pintura de San Hipólito.
Una gran pintura del Gran Moctezuma.
Moctezuma idealizado en
la época virreinal por su mansedumbre y maleabilidad, se usó en el imaginario
como ejemplo de docilidad y conformidad
ante un destino ineludible. Tomamos como ejemplo otra pintura en gran
formato de este personaje (185 x 100 cm.), que pertenece a una colección
particular. También de autor anónimo, es del siglo XVII. Perdida la pertenencia
del dueño original, se comenta vagamente que esta obra estaba en un recinto del
antiguo Técpan (palacio de gobierno) de Tlatelolco que aún administraban
caciques nobles indígenas.
Una mirada rápida a
lo que muestra esa pintura, es a un Moctezuma de tamaño original. Producto de
la imaginación, los pintores tratan de recrear sus facciones. Lo ciñe una gran
corona en la que se nota el águila bicéfala imperial de los Habsburgo, un gran
collar con medallones y piedras preciosas, el cinto, el macáhuitl (arma mexica), un cetro y las sandalias son,
pesadamente, de oro. También de ese metal,
la bordura superior de la capa y el faldellín. El monarca posa su mano
izquierda en el pecho. Su cabeza está semi inclinada hacia la diestra. Desde
luego se nota la actitud de sumisión mezclada con una infinita tristeza. En el
cinto parecen apreciarse dos guerreros, uno mexica y el otro español, con una
piedra preciosa al centro, piedra de una especie que no se usaba ni conocían
aquí.
Un detalle especial
le da la connotación más importante: en el piso y un poco más atrás de los pies
del monarca, se ve una elaborada corona de oro. En la parte superior le
sobresale un águila sobre el nopal que se alcanzan a distinguir, además de
que la adornan tres plumas de color
blanco, rojo y verde. Nuevamente aparece este símbolo como distintivo del
imperio mexica. No en vano el actual escudo nacional conservó, pese a todas la
vicisitudes históricas, ese símbolo como distintivo nacional e histórico, que
los mismos españoles reconocían, se insiste, como distintivo no sólo de
Moctezuma, sino también de la ciudad de México-Tenochtitlán. Esta corona, en el
piso, muestra claramente lo que ya no era, la inexistencia del imperio mexica.
Por ello aparece el águila bicéfala en la corona que ciñe a Moctezuma, ya como
un monarca que reconoce y forma parte del imperio español.
El autor de la
pintura, y del que la mandó hacer, conocían y cuidaban de las formas en que
Moctezuma debía aparecer, de acuerdo al dominio en que vivían: mostrar humildad
pese a la gran riqueza del atavío de Moctezuma. La imagen en sí misma se sume
en las sombras. Un análisis reciente de rayos x, muestra un trazo anterior y diferente
al que ahora vemos: la cara de Moctezuma se muestra altiva e irreverente con la
vista al frente y desafiante. Ello era un detalle intolerable para el celo español de esa época, pues se mandó a hacer la
corrección pertinente de la pintura y se obligó al autor y a sus dueños a
modificarla: el monarca debía mostrar subordinación
y resignación ante quien entregó su reino.
El orgullo de
pertenecer a la familia del monarca mexica en la época colonial debió ser la
idea de realizar esa pintura aunque autocensurada en sí misa por los elementos
que la componen. Esas características
hicieron que el gran oleo se perdiera en el tiempo y de la vista de
todos. La exageración de su vestimenta, la corona que le ciñe y la que yace en
el piso, degradan y muestran un
Moctezuma impotente. Otra vez, el alarde de la conquista. Aún con la
denotación de la investidura, es notorio
el discurso del pintor: el tamaño natural del monarca, la composición, los
colores, los elementos que visten y adornan con oro Moctezuma. Lo que debía ser
resplandor por su figura e importancia se transforma en sombra por la
profundidad de los negros que lo envuelven, la cabeza postrada, la corona
imperial mexica en el piso aplasta su condición redimida al casi depositar
también en el suelo el cetro que lleva en la mano derecha y llevar ceñida una
corona con el águila bicéfala. Aunque se respeta su talla física y monárquica,
la connotación de la obra muestra al personaje con el espíritu arrodillado.
¿Será que el espíritu se encuentra en el lugar donde posa su doliente mano
izquierda? Pese al oro que le ciñe y viste, no deslumbra ni vislumbra el
reflejo de su sombra en la historia.
Óleo de Moctezuma.
Detalle corona mexica.
Rayos X de la pintura.
Detalle rayos X.
Litografía posterior a la pintura de Moctezuma.
Carlo Ardán Montiel
J.
Marzo 2013.
Lecturas recomendadas:
➧ Jaime Cuadriello, Pinceles de la Historia, el origen del reino
de la Nueva España, 1680-1750, Museo Nacional de Arte, INBA-CONACULTA-IIE-UNAM,
Junio-Octubre, 1999, p. 59.
➧Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.
➧Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.
➧Fray Bernardino de
Sahagún, Historia General de la Cosas de la Nueva España.
➧Hernán Cortés, Cartas
de Relación.
Nota: Jaime
Cuadriello, hace una elegantísima descripción de la figura de Moctezuma que se
encuentran bellamente ilustradas en el libro que se cita. Es insuperable. Los
otros tres libros se encuentran en diferentes editoriales y precios y es
recomendable su lectura; a interés del lector, puede leer selectivamente los
pasajes que aquí se describen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario