ARQUEOLOGÍA EN EL METRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

sábado, 8 de diciembre de 2012

LOS SÍMBOLOS DE PODER EN LA CIUDAD DE MÉXICO


I
El Escudo de la Ciudad de México

El 4 de julio de 1523, el rey español Carlos V concedió por “Cédula Real” a los vasallos españoles de “la Gran Ciudad de Tenoxtitlán-México un escudo de Armas y Divisas, que trajesen en sus Pendones”. Casi  dos años antes, el 13 de agosto de 1521,  Hernán Cortés y su ejército, con el apoyo de miles de indígenas, vencieron a la última posición de las huestes mexicas  al mando de Cuauhtémoc. Nacía La Nueva España bajo el yugo español. Ese escudo es el que  actualmente se sigue usando en nuestra ciudad. No obstante y a pesar de las guerras por la Independencia, la Revolución, con todas sus confrontaciones y enfrentamientos civiles, a las que se suman las invasiones de Estados Unidos de Norteamérica y Francia, ese escudo sigue vigente como si se desconociera su origen, razones y  motivos de los elementos heráldicos que contiene y que indican derrota, sometimiento y esclavitud.

Si hablamos de la Nueva España, cabe destacar que ese nombre se lo puso Hernán Cortés a la ciudad vencida de México-Tenochtitlán. Él mismo se lo menciona  al rey Carlos V en su Segunda Carta de Relación del 30 octubre de 1520:

Por lo que he visto y comprendido de la similitud que toda esta tierra tiene a España, así en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en ella hace, así como en muchas otras cosas que la equiparan a ella, me pareció que el más conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse La Nueva España del Mar Océano; y así, en nombre de vuestra majestad se le puso aqueste nombre. Humildemente suplico a vuestra Alteza lo tenga por bien y mande que se nombre así. (Subrayado mío).

¿Por qué la Ciudad de México sigue inclinada ante una “cédula real” española para identificarse con ese escudo, más aún cuando esa orden obedeció cuando era una colonia y es un signo de yugo y vasallaje? Simplemente no es entendible ni congruente. Aquí se hace un simple comentario que sirva como reflexión, citando las fuentes de su origen y las diversas circunstancias que se dieron a ese respecto a través del tiempo. La mayoría de los Estados de la República Mexicana tienen aún y usan este tipo de escudos, incluidas algunas provincias más pequeñas.

La simbología heráldica del escudo de la Nueva España, muestra los elementos que para la monarquía de aquel tiempo fueron válidos: designan y hacen alarde del triunfo y la sumisión sobre el imperio derrotado. A partir de la Independencia de México, por lógica, debió perder esa vigencia. ¿A qué se deberá el que aún se conserve? No existe respuesta o argumento posible que lo justifique.


Observemos un poco: la torre al centro es y simboliza la ciudad de Tenochtitlán; las tres grandes calzadas que había (las que iban a Iztapalapa, Tacuba y al Tepeyac) se representan con tres puentes; la torre y los puentes están rodeados por el lago. En la orla del escudo, aparece Tenochtitlán, que hace referencia al glifo topónimo  por excelencia de ese lugar, un frondoso nopal que ahí aparece despedazado en diez artejos. El punto fuerte del escudo está en los dos leones rampantes, símbolos de poder que clavan sus garras en la torre, como una designación de dominio, triunfo y sometimiento. En la descripción literal de la “real cédula” se lee: …que hazga con la uñas en dicho castillo, de manera, que tengan los pies, en el puente, y los brazos en el castillo, en señal, de la Victoria, que en ella hubieron los dichos Cristianos…Esta  descripción de la intención en su contenido es bastante clara y no deja lugar a dudas, por más que quiera idealizarse benignamente su mensaje visual.


Actual logo del Escudo de la Ciudad de México


El origen de este blasón data  del año de 1523 en que fueron dos procuradores, Francisco de Montejo y Alonso Fernández de Portocarrero, a las Cortes Españolas llevando en nombre del  Consejo, Justicia, Regidores, Caballeros, Escuderos, Oficiales y Home-Buenos de la gran ciudad de Tenoxtitlán una petición al rey para que se le otorgara un escudo de armas a la Nueva España. El escudo de armas, como se mencionó al principio, se concedió por Real Cédula el 4 de julio de ese año y era privativo para la ciudad capital  y no de todos los territorios de la Colonia. En la real cédula se mencionan los antiguos nombre de Tenochtitlán y México para designar el escudo a la Nueva España. El de México siempre persistió. El de Tenochtitlán se perdió desde entonces oficialmente y pasó a segundo plano. El escudo que se concedió fue para designar a la Nueva España en la época colonial. Confusamente se sigue usando para la actual Ciudad de México.

La “Real Cédula” de Carlos V dice:

Don Carlos, por la Gracia de Dios, Rey de Romanos Emperador. Semper Augusto, y Doña Juana su Madre, y el mismo Don Carlos, por la misma Gracia: Reyes de Castilla de León, de Aragón, de las dos Sicilias... en nombre de Vos, el Consejo, Justicia, Regidores, Caballeros, Escuderos, Oficiales y Hombres buenos, de la Gran Ciudad de Tenoxtitlán-México, que es, en la Nuestra Nueva España, que es fundada, en la Gran Laguna, nos hicieron relación, que después, que la dicha Ciudad, fue ganada, por los Cristianos españoles, Nuestros Vasallos; en nuestro Nombre, hasta ahora no habíamos Mandado, dar, y Señalar Armas, y Divisas, que trajesen, en sus Pendones, y pusiesen en sus Sellos, y en otras, partes, donde las Ciudades, y Villas, de estos Reynos las acostumbran poner y traer, y nos suplicaron, por Merced; diésemos, y señalásemos Armas, para que trajesedes, en los Pendones, de la dicha Ciudad, y se pusiesen, en su sello; y en las otras Cosas, partes, y lugares, donde fuese necesario; y Nos, considerando, como la dicha Ciudad, es tan insigne, y Noble, y el más principal Pueblo, que hasta ahora, en la dicha Tierra, por Nos, se ha hallado Poblado; que esperamos, que será, para Servicio de Nuestro Señor, y enzalzamiento de su Santa Fe Católica, y honra, y acrecentamiento, de Nuestros Reynos, acatando los trabajos y peligros, que en ganalla, los Cristianos españoles, Nuestros Vasallos han, pasado, y sus servicios, y porque, es cosa justa, y razonable, que los que bien sirven, sean honrados y favorecidos de sus Príncipes; por la mucha voluntad, que tenemos, que la dicha Ciudad, sea más…

Para luego proseguir con su descripción:

Que tengan por sus Armas conocidas un escudo, azul, de color de Agua, en señal de la Gran Laguna, en, que la dicha Ciudad esta edificada, y un Castillo, dorado, en medio, y tres Puentes de Piedra de canteria, y en que van a dar en el dicho castillo, las dos, sin Llegar a él, en cada una de las dichas dos Puentes, que han de estar a los lados, un León Rampante, que hazga con la uñas en dicho castillo, de manera, que tengan los pies, en la puente, y los brazos en el castillo, en señal, de la Victoria, que en ella hubieron los dichos, Cristianos, y por la Orla, Diez hojas de Tuna, verdes, con sus abrojos, que nacen, en la dicha Provincia en Campo Dorado; en un Escudo a tal como éste, las cuales Armas y Divisa, damos a la dicha Ciudad, por sus Armas conocidas, por las que podáis traer, poner, e trayais, é pongais, en los Pendones, y Sellos, y Escudos, y Banderas, de ella, y en otras partes, donde quisiederes, y fueren menester; e según e como e de la forma y manera, que las traen, y ponen las otras ciudades, de estos dichos nuestros Reinos de Castilla, a quien tenemos dado armas... Dada en la Villa de Valladolid, a cuatro días del mes de Julio; Año del Nacimiento  de Nuestro Salvador Jesucristo, de mil e quinientos veinte e tres años. Yo el Rey.

El sentido común redunda en que  se usa en la actualidad un blasón emitido por “cedula real” del rey Carlos V en el año de 1523, pero para la Nueva España colonial. Hoy, muy lejos de esa época, la orgullosa capital de la República Mexicana, el Distrito Federal, Ciudad de México, sigue inclinado ante el mandato de la monarquía española para representarse con el mismo escudo.

Con el paso del tiempo en la esa época, la forma de usar el escudo varió según el criterio y gusto de los gobernantes. Seguido se le representó con otros elementos: coronas, rodeado de armas y otros adornos. El más representativo fue el ponerlo en los extremos de la bandera de la Cruz de Borgoña o San  Andrés de gran tradición en los españoles para las banderas militares. Una bandera  del siglo XVII de este tipo se conserva en el Museo del Castillo de Chapultepec.

Cruz de Borgoña con  escudos de La Nueva España, Siglo XVII
Museo Castillo de Chapultepec. 1.30 x 1.28 M.

Detalle

En 1808 la monarquía española ya daba signos claros de decadencia. Bajo la presión de los actos bélicos de Napoleón Bonaparte en Europa y una España invadida, se reunieron los españoles en Cádiz para determinar cómo enfrentarían la situación. El rey Carlos IV, pusilánime y débil de carácter había dimitido por presiones a favor de su hijo Fernando VII, que la regresó su padre por intrusión de Napoleón. Devuelta la corona a Don Carlos, siempre timorato, abdicó a favor de José Bonaparte. Don Fernando se conservó cómodamente preso en un palacete en Ballona, Francia. Los súbditos leales de España y de las colonias en América, resolvieron formular una constitución para gobernar en nombre de su rey y en espera de él. Se reunieron en Cádiz de donde salió una Constitución que moderaba la monarquía y otorgaban igualdad a los habitantes de los dos hemisferios. En sus propuestas se reconsideraban los signos de poder que se exhibían en las colonias, pues se buscaba un efecto de reconciliación general para conservar las colonias y la paz en los habitantes de los dos hemisferios. Además, en la Nueva España y el resto de América ya habían iniciado los movimientos de Independencia y necesitaban mostrar benignidad e igualdad, modificando el sometimiento y vasallaje brutal que se vivía con  las monarquías despóticas y absolutistas. El 26 de mayo de 1813, promulgaron un decreto que decía:

Las Cortes generales y extraordinarias, accediendo a los deseos que les han manifestado varios pueblos, han tenido a bien decretar por regla general lo siguiente: Los Ayuntamientos de todos los pueblos procederán por sí, y sin causar perjuicio alguno, a quitar y demoler todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas, casas capitulares, o cualesquiera otros sitios, puesto que los pueblos de la Nación española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación misma, y que su noble orgullo no sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de su humillación. (Subrayado mío).

Ese decreto hacía referencia también a ese escudo que reflejaba esa humillación. Entre esos signos estaban así mismo las horcas y picotas colocadas en las plazas principales para intimidar a la población. Se incluía, de manera natural, la insultante y petulante festividad del Paseo del Pendón que se llevaba a cabo cada 13 de agosto. Algunos de esos signos, sin duda, desaparecieron y otros perduraron.

La gran inestabilidad política en España por la invasión francesa y su liberación, sumado el regreso al trono de Fernando VII y el proceso de la Independencia de México, causaron un ofuscamiento mayor al instaurarse nuevamente el despotismo monárquico al desconocerse la Constitución de Cádiz por don Fernando y la conmemoración del Paseo del Pendón siguió celebrándose  y mantuvieron se  los signos de poder.

Otro estandarte que se conserva en el Castillo de Chapultepec, tiene el escudo timbrado con la corona imperial. En el fondo del campo se ven los volcanes del Valle de México. El conjunto descansa sobre una flor de lis, flanqueada por dos águilas bicéfalas.

Estandarte de la Ciudad de México, Siglo XVII
Museo del Castillo de Chapultepec. 0.63 x 0.76 x 0.95 M.

Detalle

El escudo de la Nueva España como insignia propia, se colocaba preponderantemente en el Palacio  Virreinal y en el del Ayuntamiento, precedido siempre del Pendón Real que representaba al rey personificado. Con la desaparición parcial de esos símbolos por aquel decreto, algunos quedaron y se conservaron por costumbre o inopia. Entre los que permanecieron,  se conservó uno en el lugar donde necesariamente recurría la gente en común: en la fuente del Salto del Agua. Llegaba el caudal de los manantiales de Chapultepec por medio de un acueducto montado sobre sólidos arcos de los que aún existen algunos.

La citada fuente se mandó construir por el arquitecto Guillermo Castera cuando era  virrey el Duque de Linares. El siguiente en el mando, Don Antonio María de Bucareli y Ursúa la inauguró  el 20 de marzo de 1779. Esa fuente surtía de agua potable a una parte de la ciudad. Al frente tenía un gran escudo coronado, abrazado por el águila de San Juan, evocación del escudo de los Reyes Católicos. A los lados unos enormes delfines chorrean agua, especie desconocida para los indígenas al igual que los leones. En  la parte superior se ven dos mujeres que concilian románticamente la unión de la raza indígena y la española. El agua cae sobre una gran concha que sostiene por debajo tres  ángeles montados sobre delfines de feroces caras “leonadas”. Con el tiempo sufrió un gran deterioro por la humedad. Considerada como una obra artística, apenas el siglo pasado fue desmontada cuidadosamente para instalarla nuevamente en el Museo del Virreinato de Tepotzotlán, en el Estado de México.


La fuente antigua en el Museo del Virreinato
 En Tepotzotlán. Estado de México.

Fuente del Salto del Agua aproximadamente en el año 1910.
Fotografía  pintada a mano. Origen: Memoria Urbana

Si observamos bien esta fotografía  se nota que en la parte central no aparece el escudo de la Nueva España. Esto se debe a un hecho que debe mencionarse y que es una referencia al tema que tratamos. En al año 1823, recién la consumación de la Independencia  de México, parte del ejército español se atrincheró en Cuba y desde San Juan de Ulúa cañoneaban el Puerto de Veracruz, pues persistían en la reconquista de su antigua colonia. La actitud de Fernando VII, el desconocer la Independencia de México y la presencia de sus tropas en Cuba y San Juan de Ulúa, provocaron en la población un violento sentimiento antiespañol que finalmente suscitó que fueran expulsados del país. También se procedió a destruir o borrar el escudo de la Nueva España donde se encontrara. Uno de esos lugares fue el que tenía la Fuente del Salto del Agua.

Detalle de la antigua fuente.
Por si fuera poco, sumado a esa destrucción y los daños por la humedad, la fuente referida recibió los efectos de los cañonazos en los funestos días de la Decena Trágica en el año de 1913.

La fuente del Salto del Agua con los daños de la Decena Trágica.
Origen: Google Imagenes

El deterioro de ese monumento se remedió en 1946 cuando la fuente fue sustituida totalmente por una admirable réplica del escultor Guillermo Ruiz. La anterior, como se mencionó, fue llevada al Museo del Virreinato.

Fuente del Salto del Agua actual.

Detalle

Otro escudo igual existía en el remate del frontispicio de la iglesia de San Hipólito, donde se celebraba el Paseo del Pendón cada 13 de agosto, fecha en que el ejército español sufrió una cruenta derrota por los mexicas. Llegó a llamarse la Plaza de los Mártires (españoles, muertos en esa batalla).

Iglesia de San Hipólito

La iglesia de San Hipólito fue llamada así porque fue el día de ese santo cuando se ganó la batalla final contra los mexicas: 13 de agosto de 1521 en Tlatelolco. Dos años antes Hernán Cortés sufrió ahí una gran derrota por los indígenas: festejar su victoria donde perdió antes, se le hizo justo.

Como se mencionó, en el remate de esa iglesia existía también un escudo de la Nueva España  y que seguramente fue borrado al término de la Independencia. Era muy similar al de la Fuente del Salto del Agua. Presunción que se hace por pura observación para sugerirlo y que es factible de deducirse así. Hasta ahora no se ha encontrado ninguna referencia histórica o ilustración al respecto. Puede verse aún el campo del escudo con la superficie lisa; a sus lados hay tambores, banderolas,  armamento español e indígena. La orla está bien conservada y se distinguen  claramente las diez pencas del nopal que tiene el escudo de la Nueva España. En la parte superior de este se nota  una masa emborronada que  seguramente era la corona que lo timbraba y el águila con perfil izquierdo y alas desplegadas que abraza la divisa, que también alcanza aún a distinguirse, está muy maltratada. Se nota que hace algún tiempo se restauró.  El  águila en estos dos escudos (el de la Fuente del Salto del Agua y esta iglesia),  no es un águila imperial: es la de San Juan el Evangelista. Aparece en el escudo de los Reyes Católicos. La reina Isabel  era sumamente devota y adosó el  águila abrazando  su escudo para enfatizar el ferviente catolicismo de su reinado. El águila de San Juan, a través de la historia de España, es de los símbolos más estimados en los escudos  de ese país. Incluso Francisco Franco, durante todo su mandato, la usó para legitimar su poder y la heredó al actual rey  Juan Carlos de Borbón. Hasta hace relativamente poco tiempo  dejó de usarse esa el águila en el escudo español para que no se le vinculara el rey Juan Carlos con la fatal época del franquismo. Con ello vemos que los símbolos de poder, cuando no tienen razón de ser, se hacen a un lado por simple decoro.

Remate del frontispicio de la iglesia de San Hipólito.

Con esa observación, se hace una reconstrucción hipotética:

Estado actual de remate del frontispicio de la iglesia de San Hipólito.

Reconstrucción digital hipotética del escudo de la Nueva España.
Remate del frontispicio de la iglesia de San Hipólito.
El escudo de armas de Hernán Cortés  es muy similar al de la Ciudad de México por el contenido de los signos heráldicos que hacen referencia a la conquista de los mexicas y su imperio de una manera más explícita y detallada,  en un discurso visual icónico ligado de manera centralista y personal a Hernán Cortés vinculado a la monarquía hispana.

El escudo muestra la soberbia, el poder de la fuerza, el efecto y carácter de la conquista (en nombre de dios, desde luego). Sus símbolos  demuestran arrogancia y jactancia (sinónimos con su tónica puntual), que resumen orgullo, altivez y petulancia con un dejo de insolencia (sentimiento natural de un conquistador), pero como un leal súbdito y cortesano.

Hernán Cortés solicitó casas, vasallos y blasones al rey como recompensa y retribución por los logros obtenidos en su empresa. Solicitud que se le concedió en Madrid el 7 de marzo de 1525. Su escudo tiene en el primer cuartel, en color sable, el símbolo del Emperador Carlos V que era el águila bicéfala plateada del Sacro Imperio Germánico, blasón de la familia Habsburgo. Era necesario que quedara patente la reciprocidad entre el  emperador y el conquistador.

En el segundo cuartel están tres  coronas en oro en campo de sable que representan a los tres gobernantes mexicas con que Cortés trató: Moctezuma II, (su miedo y exceso de confianza produjeron un sometimiento que facilitó su caída). Cuitláhuac, rebelde y receloso, enfrentó a los españoles y un aliado bacteriológico impensable de los hispanos lo mató: la viruela. Y Cuauhtémoc, el último guerrero que se le enfrenta hasta el exterminio de su ejército. Como sobreviviente  vencido, causa temor y es asesinado vilmente. En otro de los campos está un león de oro, símbolo de la “fuerza, constancia y valor”. En el cuartel inferior izquierdo aparece la ciudad vencida: Tenochtitlán bordeada con su laguna.

Alrededor de la orla del escudo aparecen las cabezas encadenadas de los caciques más importantes que también se derrotaron y subyugaron: Tacuba, Coyoacán, Iztapalapa, Texcoco, Chalco, Xochimilco, Tlatelolco y Churubusco.

En el conjunto aparece un lema que Hernán Cortés le  adjudicó después  a su escudo: "Judicium domini aprehendit eos et fortitudo ejus corroboravit brachium meum". (El señor los juzgó en sus actos y fortaleció mi brazo). Al centro añadió  el escudo de armas de su familia.


El “privilegio de armas” con el que se le dotó su escudo, dice así:

[... traher por vuestras armas propias y conocidas un escudo que en el medio del a la mano derecha en la parte de arriba aya una aguila negra de dos cabezas en campo blanco que son las armas de vuestro ymperio y en la otra meitad del dicho medio escudo a la parte de abaxo un león dorado en campo colorado en memoria que vos el dicho hernando cortes y por vuestra yndustria y esfuerzo truxistes las cosas al esta­do arriba dicho y en la meytad del otro medio escudo de la mano yzquierda a la parte de arriba tres coronas de oro en campo negro launa sobre las dos en memoria de tress Señores de la gran cibdad de tenustitan y sus provincias que vos vencistes que fue el primero muteccuma que fue muerto por los yn­dios temendole vos preso y cuetaoacin su hermano que sucedio en el señorio y se rrevelo contra nos y os echo de la dicha cibdad y el otro que sucedio en el dicho señorio guatemucin y sostubo la dicha rrevelion hasta que vos le vencistes y prendistes y en la otra meytad del dicho medio escudo de la mano yzquierda a la parte de abaxo podais traher la cib­dad de tenustitan armada sobre agua en memoria que por fuerza de armas la ganastes y sujetastes a nuestro señorio y por orla del dicho escudo en campo amarillo siete capitanes y señores de siete provincias y poblaciones que estan en laguna y en torno della que se rrevelaron contra nos y los enastes y prendistes en la dicha cibdad de tenustitan apresionados y atados con una cadena que se venga a cerrar con un candado debaxo del dicho escudo y encima del un yelmo cerrado con su tinble en un escudo atal [...]

Esos escudos, el de la Nueva España y el de Hernán Cortés y otros, están en  los paños del soportal del antiguo edificio del Ayuntamiento de la Ciudad de México.

El que se siga usando el mismo escudo que representó a la Nueva España por Cédula Real, ahora no es funcional y carece de sentido y vigencia. Se debe reflexionar. Habrá quien sienta que esta exposición radicaliza algún resentimiento antiespañol xenófobo; tendencias mexicanistas exageradas, tampoco. He leído páginas en internet que consideran que México nace y es creación española y reniegan hasta la abominación de las culturas indígenas. Otras argumentan que Hernán Cortés es el padre de la patria y del mestizaje. Algunas, al revés, quieren prevalecer el indigenismo sobre la conquista como un acto de barbarie del que hay que emanciparse y exaltar por sobre todo, lo indígena. Existen otros radicalismos que parecen insalvables.

No se comenta lo religioso por ser un tema de más atención y más amplio. Lo que sí es innegable es que la lengua, la cultura, la arquitectura civil y religiosa y tantos elementos de lo que hoy es México, son herencia de la época colonial.

En la época de la colonia,  Puebla, Guadalajara, Campeche, Zacatecas, Mérida, Durango, Sal Luis Potosí, Pátzcuaro, Querétaro, Oaxaca, Valladolid, Orizaba, Ciudad Real (hoy Las Casas, Chiapas), Texoco, Tepeaca, Atlixco, Tlaxcala, Veracruz y Jalapa, entre otra ciudades y Villas, también recibieron escudos de armas  concedidos por la monarquía española y aún los conservan. Aquí sólo se comenta el de la Nueva España. Respecto a este tema, en el Primer Congreso Nacional Mexicano se decretó el 21 de marzo 1825 que: “Las Villas, Ciudades de los Territorios y Distrito Federal que carezcan del escudo de armas o que lo tengan con jeroglíficos alusivos a la Conquista o Dominación Española, propondrán al Congreso General para su aprobación, el que más le acomode, con tal de que blasone laudable origen”.

En el Distrito Federal se omitió o no se consideró ese alcance y siguió usándose el mismo, aunque en el año de 1888 se usó un escudo diferente que persistió hasta 1905. Nunca hubo un decreto o disposición oficial para ese diseño y solamente su usaba para el papel membretado.

En ese escudo aparece el águila y la serpiente sobre el nopal, similar al actual Escudo Nacional, sobre un puente de tres “ojos”. Ese puente sugiere  la representación de las tres antiguas calzadas de México-Tenochtitlán, característica distorsionada que no tiene ningún sentido. Ese mismo diseño se recreó más recientemente en dos esculturas que se colocaron en las esquinas del Antiguo Edificio del Ayuntamiento, donde hoy radica la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal. Las dos águilas con la serpiente están hechas en mármol.

Escudo del Ayuntamiento de la Ciudad de México, 1888.


Escudos en las esquinas del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México.

En conclusión, queda de manifiesto la naturaleza y función  del  antiguo escudo de la Nueva España, usado aún para la actual  Ciudad de México. La herencia colonial es un producto natural asimilado. No así la naturaleza de los signos de poder que contienen y siguen perdurando. A la misma controversia se  enfrentó  España con la asimilación de las culturas  romana y árabe. Nuestra lengua, el español, es una de las más bellas y expresivas del mundo. Si se le llama español (propiamente debía ser castellano), es porque así la denominaron  los reyes de Castilla y Aragón pues predominaba como lengua grecorromana el “latín vulgar” y era irreversible su uso. Así pues, hablamos una lengua que tiene origen paneuropeo, que es el latín y que está emparentado con el griego. Además existen en el castellano miles de palabras de origen árabe y germánicas. Las conquistas por las armas fenecieron en su tiempo y los procesos históricos  son irreversibles. Las sociedades indígena e hispana se sumaron y enriquecieron mutuamente y es lo mejor que prevalece del legado cultural,  histórico e universal en la humanidad en cuanto todos sus valores se incorporan, aún y a pesar de los sentimientos de discriminación, xenofobia o ideologías radicales dañinas.

Con todo nuestro  acervo propio, sin la marca del predominio del vasallaje pasado y caduco, se podría proponer y diseñar un nuevo emblema, que no escudo, que identifique a la Ciudad de México. Nos sobran recursos para hacerlo.

Noviembre 2012

Fotografías del autor:
Fuente del Salto del Agua.
Museo del Virreinato en Tepotzotlán, México.
Iglesia de San Hipólito
Águilas del edificio del Ayuntamiento del GDF
Bandera Cruz de Borgoña, Museo del Castillo de Chapultepec.
Estandarte de La Nueva España, Museo del Castillo de Chapultepec.

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